Le Corbusier habría cumplido 119 años este otoño. La inauguración, a finales de noviembre, de la iglesia de Saint-Pierre de Firminy nos coloca así en una posición extraña. Porque de esta obra largamente póstuma y que se podría temer anticuada emana una frescura insólita. Indiscutiblemente ha nacido un monumento, que se encuentra suspendido en un vasto espacio temporal, entre la última estética del gran arquitecto, flexible y sutil, liberada de los brutalismos de la década de 1950, y la cultura contemporánea, esta última nutrida a su vez por tantas manifestaciones que se han sucedido desde entonces, entre las que figuran diversas variedades neocorbuserianas. Es como el despertar de una bella durmiente, un despertar que tiene algo de inquietante. Provista de los signos de una modernidad inédita y sin embargo dotada de elementos identificables desde el punto de vista histórico, la iglesia de Saint-Pierre es a la vez una obra completamente nueva y un objeto arqueológico... [+]