Retrato pixelado
Un monde à la dérive
Finalmente, desde hace dos horas, tengo en mi poder los kilos de reflexión que he tenido que ir a buscar en autobús a la oficina de mensajería que está en los más profundo de mi banlieue (en la oficina venden también DVDs, sobre todo pornográficos, tal es la miseria sexual que se estila por estos lares).
He aquí, en dos volúmenes, la crónica de catorce ‘años alejandrinos’: dos septenios, según la vieja regla de la república francesa de los faraones. Si te hubieras quedado en El País, habría habido otros dos (que hubieran hecho un total de cuatro), y después un último que daría cuenta de los risueños años que irán de 2021 a 2027… Había leído ya buena parte de estos artículos porque, durante años, procuré hacerme con El País los sábados, sobre todo por el suplemento Babelia. Luego abandoné la costumbre casi por completo, ya que, tras tu partida, las apariciones de la arquitectura en el periódico se hicieron más raras.
Escuché en Youtube a Norman Foster y a Rafael Moneo conversar contigo durante la presentación del libro. Norman, amigable, presume de «your extraordinary perceptive eye» y califica tus textos de page-turner, adictivos (lo cual es exacto).
Moneo, muy serio, y menos espontáneo ya que lee sus notas, celebra tu «capacidad de comunicación» y de «interpretación», y afirma que «no muchos periódicos, ni europeos ni americanos» habían hecho tanto por la difusión de la cultura arquitectónica y su puesta en relación con las otras dimensiones políticas, económicas y culturales del periodo. ‘Nadie lo había hecho antes’, hubiera sido más preciso decir. Nadie.
Y luego te escuché a ti explicar perfectamente tu proyecto, como autor, ilustrador e editor.
Bravo, querido Luis, por este medio millón de palabras, este «retrato pixelado» no sólo de lo que experimentamos como arquitectos, sino también como ciudadanos de un mundo a la deriva. Los cientos de artículos están bellamente pensados y escritos, magníficamente ilustrados, rigurosamente formateados de esa manera, ya convertida en clásica, que es propia de tus revistas. Además, descubrí los bocetos de maquetación, dibujados a la manera de los storyboards de los cineastas, también impecables.
Y finalmente, entendí el título que en un principio me intrigara. El porqué de estos Años alejandrinos, de estos tiempos helenísticos que comparas con los nuestros. Y ese juego con el septenio, el doble septenio que suma catorce años: no sabía que los alejandrinos españoles son de catorce sílabas con la cesura enmedio; los franceses son de doce. Ahí van dos. Son de Racine, extractos de su tragedia Alexandre le Grand, de 1697: «Allez donc, retournez sur le champ de bataille, / Ne laissez point languir l’ardeur qui vos travaille» («Vuelve por tanto, regresa al campo de batalla, / que no decaiga la pasión que te embarga»).