Preguntas mayores
Construyendo para la tercera edad
«¿Para quién debe construirse la casa? Para el hombre, no cabe la menor duda.» La pregunta planteada por Le Corbusier sigue siendo muy relevante en nuestras sociedades envejecidas, donde muchos aspectos que son esenciales a la vida humana —la vejez, la enfermedad, la decadencia física— parecen seguir adscritos a espacios que se mantienen separados de nuestra vida cotidiana.
La arquitectura está sujeta a una fuerte ortodoxia en cuanto al dónde y al cómo deben ubicarse ciertas funciones. Mientras que la arquitectura contemporánea admite el ideal de las llamadas estructuras multifuncionales, a un urbanista nunca se le ocurriría mezclar los espacios de la vida con los espacios asociados a la vejez o la degradación. Ubicados frecuentemente en las periferias de las ciudades, los edificios asociados a la senectud, la decadencia o la enfermedad parecen quedar fuera del alcance de nuestra conciencia corporal.
Está claro, en ese sentido, que la arquitectura no hace sino materializar las estructuras mentales de la sociedad del consumo. La idea de la vejez no tiene cabida en una sociedad que sólo alaba virtudes como la juventud, la movilidad o el éxito. De ahí que se ofrezcan pocas alternativas: por un lado, expulsar a la vejez y a la discapacidad a los no-lugares absolutos; por el otro, asignarles topografías bien definidas pero camufladas, estéticamente cuestionables e introvertidas. Con todo, y a pesar de que estén mucho menos expuestos en una sociedad que sufre de bulimia icónica, sí pueden citarse ejemplos de viviendas para mayores que, atendiendo a sus problemas de manera exquisita, reivindican la dignidad de la última etapa de la vida.
Lejos de ocultar la vejez, los proyectos más innovadores saben mostrarla con naturalidad.
Innovar para la vejez
El envejecimiento de la población es una realidad. Actualmente, en España el 18,4 % del total de la población es mayor de 65 años y el 93,6 % de este grupo prefiere quedarse en su propia casa el mayor tiempo posible. Esto se debe a tres factores clave. El primero es patrimonial, ya que, en nuestro país, el 89,3 % de las personas mayores de 65 años posee una vivienda en propiedad completamente amortizada. El segundo es médico-social, ya que la esperanza media de vida sin recaer en la discapacidad y el nivel cultural resultan cada vez mayores. El tercero es económico, ya que el coste de trasladarse desde la vivienda propia a una vivienda asistida o un modelo semejante puede suponer, dependiendo del nivel de ingresos, un equivalente en gasto que oscila desde el coste de un hotel de categoría inferior hasta el de cuasi un hotel de lujo.
El Hogar para mayores en Masans, de Zumthor, fue el precursor de otras residencias de escala amable e integradas en el contexto a través de sus materiales, como las de Issei Suma, Óscar Ares o Dieter Wissounig.
Está demostrado que seguir viviendo en la casa propia es muy buena opción para disfrutar de un envejecimiento activo y buena calidad de vida. Pero hay que reconocer que muchas personas mayores acaban necesitando ayuda externa intensiva al final de su vida, y que adaptar a la nueva situación determinados tipos de vivienda supone costes difíciles o imposibles de asumir, con lo que acaban convirtiéndose de facto en auténticas cárceles para las personas mayores.
Tradicionalmente, en el modelo social español, los problemas relacionados con la dependencia se gestionaban de dos maneras: asumiendo las familias el cuidado de los mayores en sus propios domicilios, o bien recurriendo a las residencias de ancianos. Para hacer frente a este desafío, y desde la perspectiva de un cambio de modelo social, se están llevando a cabo multitud de intentos más allá del cuidado institucionalizado, para diseñar viviendas alternativas e innovadoras para mayores, cada una de ellas relacionada con los diferentes grados de fragilidad y dependencia.
Así, ordenadas de menor a mayor nivel de institucionalización, pueden citarse varios tipos innovadores: las viviendas sénior independientes, las viviendas colaborativas de mayores, los proyectos intergeneracionales, las viviendas tuteladas, las viviendas asistidas, las residencias y, finalmente, los geriátricos. El objetivo de estos nuevos modelos es extender la independencia de las personas mayores al máximo para que su estancia en viviendas independientes se prolongue y para que, en paralelo, la asistencia institucional sea sustituido por modelos de cuidado radicalmente nuevos, con unidades mucho más pequeñas de convivencia y centradas en la persona.
Por un habitar digno
Los proyectos que recoge este número pretenden ilustrar el estado de la cuestión de la vivienda colectiva para mayores hoy en día, no sólo en España, sino también en países donde el tema es asimismo debatido y revisado. Todos ellos tienen dos referencias ineludibles, separados por dos décadas: el Hogar para ciudadanos mayores construido en 1993 por Peter Zumthor en la localidad suiza de Masans, y la Residencia para la tercera edad en Alcácer do Sal (Portugal), terminada por Aires Mateus en 2013 (véanse Arquitectura Viva 41 y 136). Ambos proyectos representan dos actitudes complementarias y a veces contrarias con respecto a la forma de entender y hacer una arquitectura para personas mayores.
La máxima pretensión de Zumthor era conseguir que los habitantes de los 21 apartamentos de ciudadanos mayores se sintieran como en casa, y sienta con ello las bases de una arquitectura del cuidado extremadamente respetuosa con el usuario y con el contexto. Con este fin, crea una atmósfera rural en un entorno suburbano, utiliza los materiales locales como expresión de la domesticidad, y rompe la escala generando varios tipos de espacios complementarios: los privados, desde donde se disfruta del paisaje; y los semiprivados y públicos donde ver y ser visto.
Recursos semejantes se emplean en la Residencia de mayores de Aldeamayor de San Martín (Valladolid), de Óscar Ares, dotada de patios de relación que permiten el contacto con la naturaleza y entre los usuarios. O también en la Vivienda con patios en Barking (Londres), de Patel y Taylor, donde los elementos de la vivienda tradicional se destilan y traducen a una escala íntima y doméstica. E incluso en la Residencia-hogar de cuidados en Andritz (Austria), de Dieter Wissounig, donde se rompe la escala mediante los materiales y la creación de cuatro alas orientadas a sendos patios semipúblicos.
Con una escala mucho menor, pero semejante en algunos de sus planteamientos a las anteriores, nos encontramos con la deliciosa Vivienda de retiro de la comunidad Jikka en Ike-Shizuoka (Japón), de Issei Suma, en la que, por medio de una materialidad casi etérea, se consigue un compromiso muy importante con la discapacidad, para poner al usuario y a su relación con el entorno en el centro de la concepción del proyecto.
Por su parte, Aires Mateus, con su proyecto en Alcácer do Sal, avanzan un paso más hacia la redefinición de un nuevo tipo arquitectónico, creando un geriátrico que está a medio camino entre el hotel y el hospital, y que busca comprender, reinterpretar y dar respuesta a las necesidades de vida social y, al mismo tiempo, de soledad. La búsqueda de visuales encontradas, las gradaciones de privacidad y de encuentros, los recorridos que convierten la falta de movilidad en una oportunidad para la experiencia, así como una búsqueda a ultranza de una privacidad dignificante, son los parámetros entre los que maniobran estos autores de exquisito minimalismo, capaces de transformar lo complejo en algo sencillo.
Son rasgos que encontramos en la utilización de los recorridos y la rotura de la escala en la distribución del Complejo social en Alcabideche (Lisboa), de Guedes Cruz, y especialmente en la riqueza espacial y la búsqueda de relaciones visuales diagonales del proyecto de Vivienda colectiva para mayores con servicios en Barcelona, de Bonell & Gil y Peris+Toral. En este proyecto, los arquitectos redefinen la unidad de habitación, creando un núcleo central de servicios —rasgo nada habitual en este tipo edificatorio— que permite percibir el espacio como algo ilimitado: una innovación que responde de manera brillante y compleja a las necesidades de un usuario que pasa mucho tiempo en su vivienda.
En su proyecto en Alcácer do Sal, Aires Mateus redefinen el modelo tradicional de geriátrico, equilibrando habitaciones y espacios comunes: un esquema seguido en las propuestas de Guedes Cruz y Sergison Bates.
Podría citarse, por último, la Vivienda de cuidados en Wingene (Bélgica), de Sergison y Bates, que parece apropiarse de los postulados de la arquitectura del cuidado planteada por Zumthor, pero que no es menos reseñable en su intento por romper escalas, crear recorridos, y favorecer, de una manera sofisticada, el contacto social entre sus usuarios.
Vanguardia y retaguardia
Conocidos estos antecedentes, si tratamos de responder a la pregunta de Le Corbusier con que comenzaba este texto, surge otra cuestión. Si el ser humano prefiere es estar en su casa, ¿por qué no diseñamos casas que valgan para todas las edades y condiciones? ¿Es la idea actual de la discapacidad lo que nos lo impide? Existen dos posicionamientos arquitectónicos al respecto. Uno, el más arriesgado, promueve el cambio revolucionario, la reinvención tipológica radical (vanguardia); el otro, más posibilista, persigue un modelo más evolutivo, basado en la transformación del tipo, y es más modesto aunque no menos eficaz (retaguardia).
En la Bienal de Venecia de 2014, comisariada por Rem Koolhaas bajo el título ‘Fundamentos’, se proponía un ejercicio de retorno a las invenciones básicas de la modernidad, consideradas como punto de referencia y fuente de inspiración. En dicha Bienal, la Architectural Association de Londres construyó por primera vez en la historia, a escala 1/1, la Maison Dom-ino diseñada por Le Corbusier en 1914. Este prototipo, que jamás llegó a construirse como tal y que abordaba la escasez de vivienda en los años previos a la Gran Guerra, se convirtió en uno de los proyectos modernos más emblemáticos del siglo XX. Más tarde, en 1931, Le Corbusier creará sin saberlo, a través de su promenade, la primera vivienda accesible de autor de la historia contemporánea, la Villa Saboya, cuyo sistema de rampas continuas permiten el acceso a todos los niveles, proporcionando experiencias y contribuyendo a definir las características espaciales de la casa.
Como en el caso de Le Corbusier, OMA crea sin pretenderlo, en la propuesta de 1992 para dos bibliotecas en Jussieu (París), una tipología edificatoria totalmente accesible. En lugar de apilar un nivel sobre otro, las alturas se manipulan, plegándose para conectarse entre sí y conformar una única trayectoria muy parecida a un bulevar interior que serpentea por todo el edificio. Esta intuición tuvo su versión premeditada en la Casa en Burdeos de 1999, donde Koolhaas dio respuesta al encargo límite de realizar una vivienda unifamiliar para un cliente tetrapléjico. Por medio de una plataforma ascendente y descendente situada en el centro de la casa, Koolhaas crea una habitación-estancia móvil que, dependiendo de su posición, completa la distribución de la vivienda en cada una de sus tres plantas. Gracias a ella, la adversidad se trasciende en un ejemplo de movilidad total que es ya uno de los iconos de la arquitectura del siglo pasado.
Más allá de las soluciones técnicas hiperespecíficas, es posible encontrar utopías de accesibilidad universal en obras tan radicales y conocidas como la Villa Saboya de Le Corbusier o la Casa en Burdeos de Koolhaas.
Asimilando los ejemplos del presente número a excelentes arquitecturas de retaguardia, y contrastándolos con la actitud de vanguardia mostrada por Le Corbusier y Rem Koolhaas, me gustaría concluir exponiendo mi pesar por no haber podido encontrar en este siglo ningún ejemplo construido de arquitectura para personas mayores realmente radical, que asuma riesgos y demuestre, desde la vanguardia, que otro modo de ‘Diseñar para el hombre’ es posible. Como arquitectos, deberíamos ser capaces de crear promenades architecturales y ‘boulevares verticales’ en lugar de recorridos accesibles y rampas al 6%. O ‘salas de baño’ en vez de cuartos húmedos. O ‘habitaciones-estancia’ en vez de salones comedores. En resumidas cuentas, hogares para todos en vez de viviendas simplemente adaptadas.
Paz Martín, arquitecta, es comisaria de la exposición ‘Envejezando. Diseño para todos: Arquitectura y tercera edad’, que podrá visitarse en el COAM a partir del 13 de junio.