Pátinas inducidas
Ubicada en una pequeña localidad palentina, la Bodega El Castillo es un proyecto inacabado. Lo es, al menos, porque en él ha sido determinante el problema del tiempo, no sólo por la manera en que ha intervenido sobre una bodega centenaria, sino por el modo en que se ha diseñado su envolvente para que adquiera una pátina cuyo color y textura acabará mimetizándose con su entorno.
El hormigón —que permite reproducir en el interior del nuevo edificio las condiciones térmicas de la vieja bodega— fue el sustrato de esta pátina inducida gracias al proyecto. Las losas y los muros que conforman la envolvente se dejaron vistos, y se tintaron en masa de una manera manual con el objetivo de evitar las coloraciones homogéneas. Por su parte, los paneles de encofrado se rayaron con listones de pino achaflanados en su parte ancha y distribuidos de una manera asimétrica, de manera que, al ser desenconfrados, se rompieran sus aristas, generándose así un juego plástico a partir de la irregularidad.
Estos listones de desencofrado se agruparon en dos familias: los mayores, con un ancho de entre 15 y 20 centímetros y un espesor que va de los 1,5 a los 2 centímetros, se colocaron en la losa y en los muros para dibujar el fondo rehundido de estos; los pequeños, con una sección cuadrada de 5 centímetros, quedaron embutidos en el hormigón, dejándose su cara exterior a la intemperie.
El objetivo de esta última decisión fue que la climatología y la propia condición del material coadyuvasen a deteriorar progresivamente los listones de madera, de tal modo que, con el paso del tiempo, fuesen apareciendo en ellos deformaciones y roturas, hasta llegar a degradarse completamente. Al evitar la escorrentía rápida del agua, la textura rugosa del paramento ayudará también a la formación de la pátina.
Obra: Bodega El Castillo, Moratinos, Palencia (España).
Arquitecto: Fernando Moral.
Área: 255 metros cuadrados.
Coste: 533 euros/metro cuadrado.
Contacto: fmoralandres@yahoo.es; www.moralarquitectura.com