El estudio de las sociedades, el territorio y el medio es esencial para afrontar los efectos de la covid-19.
“Estimar és un lloc / Amar es un lugar”, escribió el poeta Joan Margarit en sus dos lenguas. Amar es dónde. Amar son también los lugares de la memoria, o del descubrimiento. Me ocurre que cuando me asalta un recuerdo, lo primero que acude a mí es el sitio, el lugar donde estaba y ocurría, con sus formas, su carácter. Luego lo pueblan las personas, los sucesos, las emociones.
Anunciaron hace meses una nueva normalidad, una vida nueva normal o normal nueva, y la mía es de rutinas, también de bastantes sobresaltos. Y frente a los muchos aspavientos políticos que hemos visto este año, falta comunicación social, falta información rigurosa. Un ejemplo no menor de esto es la espantosa tercera ola de la epidemia, con cientos de muertos cada día, de los que no se ha dicho nada que pudiera ayudar a fijar un criterio: ni los grupos de edad a los que pertenecen, ni la relación hombres-mujeres, ni dónde han muerto, si en domicilios u hospitales, ni tampoco lo importante, ¿cuánto tiempo estuvieron enfermos, cuánto en la UCI? Solo hay un hecho (feliz) demostrado, uno verdaderamente científico: la incidencia del contagio y la enfermedad en las residencias ha desaparecido casi por completo gracias a las vacunas...
El País: Paisaje y geografía en tiempos de pandemia