La rotunda presencia y la pátina del revestimiento de madera quemada de lo que parece un galpón erigido en mitad de una finca en el estado de Nueva York hacen eco de la escultura de Richard Serra que alberga, y su posición aparentemente arbitraria responde al soleamiento que, por deseos del artista, hace que la luz natural bañe el interior sin incidir directamente sobre la pieza.