Hay muchos grandes arquitectos, pero pocos que alcancen la condición de ‘maestros’. Francisco Javier Sáenz de Oíza fue uno de ellos. Tanto por la calidad de su arquitectura como por su sensibilidad para sintonizar con lo contemporáneo, y sobre todo por un magisterio que, más allá de lo docente, se tradujo en la ejemplaridad de un intelectual capaz de transmitir su inquietud a quienes lo rodeaban.
Con ocasión del centenario de su nacimiento, diferentes actividades dan cuenta en Madrid de su larga y poliédrica carrera. El COAM presenta en su sede una importante exposición comisariada por los hijos del homenajeado, Vicente, Javier y Marisa Sáenz Guerra, que se sirve del archivo personal del arquitecto para documentar su obra, desde la Basílica de Aránzazu en Oñate —fruto de su colaboración con artistas como Oteiza—, hasta los dos edificios en altura a los que dedicó extraordinario esfuerzo e innumerables dibujos, la icónica Torres Blancas y la refinada sede del BBVA. Por su parte, la ETSAM ofrece en su biblioteca una pequeña muestra de publicaciones y material diverso comisariada por Aurora Fernández y Emilio Penjeam, que será complementada por una recopilación de escritos sobre el maestro; y una presentación de videos proyectados en diferentes lugares de la escuela que se acompaña de una escueta publicación y rutas en autobús que recorren las obras más representativas de Oíza, tanto en Madrid como en el norte de España, todo ello comisariado por Blanca Lleó.