Necrológicas 

Luis Moreno Mansilla

30/04/2013


1959 - 2012

«Murió como a todos nos gustaría morir, de improviso, mientras dormía.» Estas palabras extrañamente premonitorias con las que Luis Moreno Mansilla se refería a su abuelo en la dedicatoria de su tesis doctoral, dan cuenta del modo en que desapareció a los 52 años el propio arquitecto, en Barcelona, después de haber presentado un libro sobre Enric Miralles, otro malogrado artífice.

Luis Moreno Mansilla había nacido en Madrid en 1959. Primero quiso ser ingeniero naval, pero se decantó por la arquitectura, que cursó en la capital. En los últimos años de carrera, comenzó a trabajar con Rafael Moneo a la vez que montaba su primer estudio con otros compañeros de carrera, como Pedro Peduchi, Álvaro Soto y Sigfrido Martín Begué.

Posteriormente obtuvo una beca como pensionado de la Academia de España en Roma. Allí entró en contacto con el pasado y los paisajes clásicos a través del ejercicio del dibujo, empapándose de los temas que plasmaría en su tesis y libro, Apuntes de viaje al interior del tiempo, y que desarrollaría después en su carrera. En la Academia conoció a la que sería su mujer, la pintora —también pensionada en Roma— Carmen Pinart, con la que tendría dos hijas.

De vuelta a Madrid, Moreno Mansilla reingresó al estudio de Rafael Moneo, donde trabajó durante una década, participando activamente en proyectos emblemáticos, como la sede de La Previsión Española, el aeropuerto de Sevilla, el Museo Thyssen Bornemisza en Madrid o la Fundación Miró en Palma de Mallorca. En el estudio de Moneo compartió tablero con Emilio Tuñón, con el que acabaría formando su propia oficina en 1992, y que sería también su inevitable comparsa en las clases de proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.

Proyectada mano a mano, la obra de Mansilla + Tuñón ha sido unánimemente celebrada, desde el temprano museo de Zamora, el refinado auditorio de León o el innovador museo de Castellón hasta el digital y polícromo MUSAC —distinguido con el Premio Mies van der Rohe, el mayor galardón europeo—, pasando por intervenciones en el patrimonio tan rigurosas y poéticas como la fábrica de cerveza El Águila o el exquisito restaurante Atrio en Cáceres, así como el Museo de las Colecciones Reales en Madrid, que dejó inconcluso a su fallecimiento, y que tendrá que terminar, ya solo, su socio Emilio.


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