La Fundación Mapfre acoge una gran retrospectiva del fotógrafo estadounidense. Un autor que a lo largo de seis décadas no ha dejado de subvertir el orden establecido, de alejarse de los cánones, en cada uno de los géneros que ha abordado, gracias a un ojo para el encuadre siempre sorprendente, que llena de preguntas a quien observa cada una de sus tomas, y a una considerable dosis de ironía.
Si el jazz es una de las pasiones de Friedlander (“me quedé atónito”, dijo la primera vez que escuchó a Charlie Parker), la otra es su Leica de 35 milímetros, así que no es casual que la libertad e improvisación que gobiernan este género musical, él lo haya trasladado al papel fotográfico. Su primer trabajo personal fue The Little Screens, publicado en Harper’s Bazaar en 1963. En él, tomó como protagonista un objeto convertido en un habitante más de las casas estadounidenses, la televisión, y lo fotografió, por ejemplo, mientras se emitía el desnudo de una mujer, con el aparato en una habitación en la que un espejo refleja una cama deshecha...[+]