Le Corbusier, 1922-1965

La vida pública

Vincent Scully 
01/01/1987


Como en una sinfonía romántica, la producción del Le Corbusier adulto arranca con compases exquisitamente armonizados para ir penetrando poco a poco en un crescendo lleno de sobresaltos. Vincent Scully desmenuza cada uno de sus movimientos sin perder de vista la íntima conexión que los une entre sí: desde la liviandad etérea de las casas sobre pilotis hasta la titánica pesadez de sus últimas construcciones, la obra de Le Corbusier se va perfilando en este artículo desde la doble óptica de una mirada escrutadora y la visión de conjunto.

Es éste un momento arriesgado para que a uno le pidan hacer una valoración crítica sobre las obras de la etapa madura de Le Corbusier. Las investigaciones de tantos eruditos de talento, realizadas durante la última década en la Fondation Le Corbusier o en otros lugares, han proporcionado tal variedad de información nueva y específica sobre Le Corbusier que un crítico veterano como yo, que no ha participado directamente en dichas investigaciones, no puede evitar sentir el temor de que su perspectiva histórica, por no decir su instinto crítico, puedan ser refutados en cualquier momento por hechos recién descubiertos e inesperados. Al mismo tiempo, la puesta en duda generalizada de los principios y formas de la arquitectura moderna que se está planteando actualmente —y en la cual este autor se ha visto implicado durante unos veinte años— nos obliga también a considerar la obra de Le Corbusier desde varias perspectivas nuevas. No se puede escribir ahora sobre todo ello igual que en 1961. Por ejemplo, es inevitable juzgar su urbanismo como algo defectuoso en su concepción y destructivo en su puesta en práctica, especialmente después de haberlo visto aplicado en el desarrollo americano de postguerra y en las «nuevas ciudades» francesas, por no citar Chandigarh, Brasilia y otros lugares...[+]


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