En su defensa nace el proyecto #SOSBrutalism, una iniciativa que tiene como objetivo “salvar a nuestros amados monstruos de hormigón”. Dirigido por el Museo Alemán de Arquitectura y la Fundación Wüstenrot, consiste en una base de datos en constante crecimiento que actualmente contiene más de 2.000 edificios brutalistas repartidos por todo el mundo. Estos aparecen clasificados según cuatro categorías básicas: sin riesgo, en peligro, salvado o desaparecido. Con el fin de que un edificio de la segunda categoría pase a la tercera y no a la cuarta, la plataforma utiliza las redes sociales y el hashtag #SOSBrutalism para poner en marcha campañas de visibilización y sensibilización que ayuden a revocar los planes de demolición.
En nuestro país, cuya cultura de conservación y respeto del patrimonio arquitectónico reciente es, cuando menos, cuestionable (recordemos el tristísimo episodio de la casa Guzmán de Alejandro de la Sota), se podría decir que el brutalismo goza de buena salud. Según #SOSBrutalism, solamente tres edificios españoles están en peligro de ser derribados: el Instituto de Educación Secundaria Náutico Pesquero de Pasajes (1966–1968), de Luis Laorga y José López Zanon, el Hotel Claridge (Alarcón, 1969), de Roberto Puig, y el Palacio de Congresos y Exposiciones de la Costa del Sol en Torremolinos (1967–1970), de Rafael de La-Hoz y Gerardo Olivares...
El País: Las joyas del brutalismo que están en peligro en España