La memoria mutilada

El WTC como signo de fragilidad urbana

Roberto Segre 
31/10/2001


Incrédulos, estupefactos, aterrados, anclados frente a la pantalla de TV, asistimos el 11 de septiembre a las espeluznantes imágenes del ataque suicida a las torres del WTC y su repentina desaparición del paisaje neoyorquino del bajo Manhattan. Una nueva mañana de terror y destrucción que recordó la dolorosa visión de hace casi treinta años, quizá no tan espectacular pero igualmente trágica, del bombardeo al palacio de La Moneda en Santiago y el asesinato de Salvador Allende, presidente de Chile. El primero, un magnicidio arquitectónico; el segundo un magnicidio de Estado. La prensa internacional afirmó que aquel hecho abría realmente el siglo XXI. Con anterioridad el parteaguas se identificó con la caída del muro de Berlín en 1989. En realidad, podemos interpretar ambos episodios como un cierre y un inicio: con la demolición del muro surgía la esperanza del fin del mundo bipolar, ahora unificado en la concreción final de la modernidad iluminista, forjando las bases de una democracia universal (la Europa unida sería el primer resultado concreto de esta ilusión). Por el contrario, el ataque a las torres materializa la fragmentación posmoderna caótica y arbitraria, la ambigüedad entre lo real y lo virtual (se pretende declarar una guerra sin conocer la ubicación del hipotético enemigo); la pulverización de los ideales del progreso social y material; la exacerbación de las contradicciones existentes entre alta tecnología y prehistoria cultural: el fanatismo religioso entre el con-centrado espacio de la opulencia y los vastos territorios de la miseria... [+]


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