1928-2022
Como tantos arquitectos en todas las épocas, José Frutos Vivas no pudo resistirse al ensalmo del poder, y en 2013 diseñó un mausoleo para el recién fallecido presidente de su país, al que bautizó con un nombre entre tropical y clásico, la «Flor de los Cuatro Elementos». Es inevitable que esta loa a Chávez, entre formalista y folclórica, colocara a Fruto Vivas en una incómoda posición, pero esto no fue óbice para el arquitecto siguiera siendo una figura respetada por la oposición venezolana y, sobre todo, para que el juicio crítico no dejara de reconocer la importancia de su trabajo. Sin la obra de Fruto Vivas no podría entenderse, en efecto, la arquitectura venezolana de los últimos sesenta años: formado en los mejores tiempos de la modernidad latinoamericana, Vivas comenzó su carrera en la pujante Caracas de Pérez Jiménez y colaboró con grandes como Oscar Niemeyer en el frustrado Museo de Arte Moderno y con Eduardo Torroja en el Club Táchira, su mejor obra, antes de embarcarse en un largo periplo que al cabo le condujo al Pabellón de Venezuela en la Expo de Hanóver en 2000 y al citado Mausoleo de Hugo Chávez, dos obras-flor con las que intentó invocar un improbable tropicalismo tecnológico y amable.