Imre Makovecz, el enfant terrible de la arquitectura húngara y, a la vez, un apasionado defensor de los valores conservadores, murió el 27 de septiembre de 2011 en Budapest. Tenía 76 años. Considerado como el padre de la arquitectura organicista de aquel país, Imre Makovecz no sólo era conocido por sus edificios antropomorfos o zoomorfos, sino también por su presencia poderosa en la escena arquitectónica y política de su país, como diseñador, organizador, educador y forjador de la opinión pública.
La primera etapa de su carrera consistió en un acompañamiento contrapuntístico al desarrollo general de la arquitectura del periodo de János Kádár (1956-1988). Después de titularse en la Universidad Técnica de Budapest (1959), Makovecz trabajó como empleado de grandes empresas estatales de diseño, como Buváti (1959-1963), Szövterv (1962-1971) y Váti (1971-1977). Sus primeras obras construidas (por ejemplo, el edificio Cápa Inn, en Valence, de 1964, o el complejo vacacional en Balatonszepezd, de 1967) muestran su temprano interés en la arquitectura vernácula húngara. Makovecz consideraba que los coloristas, cerámicos y monumentales edificios construidos por Ödön Lechner en torno a 1900 habían sido, en Hungría, los primeros intentos exitosos de crear una arquitectura moderna inspirada en el estudio de la ornamentación vernácula y oriental. Makovecz estuvo aún más influido por la tradición del nacionalismo romántico, particularmente en la figura de Károly Kós (1883-1977) y su círculo. Rechazó la estética de la modernidad, en particular la de la arquitectura ‘productivista’ de las décadas de 1960 y 1970 (con su enfoque en la fabricación masiva y en serie de sistemas de hormigón armado), proponiendo la vuelta a la madera y su uso en edificios públicos. Además, Makovecz hizo hincapié en la importancia de la arquitectura organicista de Frank Lloyd Wright y su escuela (Bruce Goff, Herb Greene)...