Empezó siendo blanco, pero pronto se volvió gris o, más bien, multicolor. Michael Graves —miembro de los famosos New York Five, primero, y luego maestro indiscutible de la arquitectura posmoderna— ha muerto a los 80 años, tras pasar la última etapa de su vida en una silla de ruedas a causa de una infección de médula espinal.
Las notas necrológicas apresuradas coinciden en lo prolífico de su producción arquitectónica, en la popularidad de sus objetos domésticos (sobre todo la tetera de Alessi, con un pajarito rojo en el pitorro, que cantaba cuando hervía el agua) y en la generosidad de su dedicación a los discapacitados diseñando dispositivos que les hiciesen la vida más llevadera. Pero la contribución de Graves a la arquitectura del último cuarto del siglo XX es más compleja de explicar y tiene sus luces y sus sombras...