Helen Thompson es profesora de Economía Política en la Universidad de Cambridge, y en Disorder ofrece una historia del siglo XXI donde ambos términos de su cátedra se interpretan desde el prisma de la energía. Como en su obra de 2017, Oil and the Western Economic Crisis, el petróleo y el gas ocupan el centro de un escenario donde nuestros ‘tiempos recios’ contemplan pugnas financieras, militares y sociales que han hecho convulsas las primeras décadas de este siglo. En su relato, que quiere explicar la política desde la perspectiva histórica que otorga la longue durée, Thompson rechaza la interpretación habitual que privilegia el ascenso del populismo nacionalista y el declive del orden internacional liberal tras la crisis de 2007-2008, y percibe la energía como la causa fundamental de las actuales líneas de fractura económicas y geopolíticas. Como el estadounidense Daniel Yergin (cuyo The New Map se reseñó en Arquitectura Viva 241), la británica juzga los actuales conflictos entre las superpotencias motivados por la necesidad de acceder a fuentes de energía y garantizar su suministro, y en esos términos analiza el punto de inflexión político de 2016, con el Brexit y Trump.
Al margen de los desencuentros del Reino Unido y la Unión Europea, o de la creciente polarización estadounidense, los desenlaces de ese momento se produjeron en un contexto marcado por el giro de China del Pacífico a Eurasia, el retorno de Rusia a Oriente Medio y el nuevo surgimiento de Estados Unidos como el mayor productor mundial de petróleo y gas, haciendo prioritaria la amenaza tecnológica de China frente a la militar de Rusia. Este panorama planetario se describe en el libro a través de tres relatos enlazados: un relato geopolítico centrado en la energía, que señala la competencia entre Estados Unidos y Rusia por el suministro de gas a Europa, la vulnerabilidad de China respecto a los combustibles fósiles y su fortaleza en la nueva economía verde, tanto en el terreno de las renovables como en el de los metales de que depende; un relato económico, que añade a la energía la dimensión financiera, la extraordinaria acumulación de deuda, la integración de China en los mercados mundiales y la crisis de la Eurozona; y un relato sobre las democracias, más dependientes de los flujos internacionales de capital que de sus ciudadanos, crecientemente plutocráticas e impermeables a las demandas sociales.
La autora pone especial énfasis en el control por parte de la Armada estadounidense de las rutas por las que China recibe el petróleo, y la aproximación de esta a la autosuficiencia mediante la estrategia ‘Made in China 2025’; la subordinación de la OTAN a las lógicas del poder americano; y la contradicción entre el dominio energético que el fracking otorga a Estados Unidos y el giro estratégico del país hacia las renovables y la electrificación. Las recurrentes crisis internacionales producidas por estas mudanzas entran en resonancia con el deterioro de las políticas nacionales, lastradas por los ‘excesos aristocráticos’ que han hecho crecer la desigualdad en el mundo desarrollado desde hace cuatro décadas: la pandemia ha catalizado en él cambios sustanciales mientras acentuaba el desorden subyacente, y la gran incógnita hoy es si las democracias lograrán mantenerse en las turbulencias producidas por el cambio climático y la pugna por los recursos energéticos.