La ‘nueva libertad’ que Frank Lloyd Wright imaginaba para la vida en los EE UU se forjaba en veinte restricciones. Una serie de veinte ‘noes’ que guiaron su proyecto-manifiesto para urbanizar el paisaje americano, conocido como Broadacre City (1934-35). ‘No a la propiedad publica de bienes privados’; ‘No a la vivienda colectiva’; ‘No al problema del tráfico”; ‘No a los ferrocarriles’. La lista continúa. Sólo en uno de los casos, la convicción de Wright requiere el matiz de la excepción. ‘No a los edificios altos’ sentencia —justo antes de ‘No a las barriadas’ y ‘a la escoria’—para luego aclarar: «excepto aquellos aislados en parques.» Esta postura ambivalente de Wright respecto a los rascacielos se refleja en su producción entre 1920 y 1950, cuando trabaja simultáneamente en defensa de la ciudad dispersa y en la concepción de la ciudad en altura. Y sirve, también, para dar título a la última exposición sobre la obra del arquitecto en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA): ‘Frank Lloyd Wright y la Ciudad: Densidad vs. Dispersión’...