Fiel a su trayectoria, el trabajo de OMA trata de dibujar el momento actual, ese que tenemos delante, al que contribuimos a dar forma, pero que nos da vergüenza asumir como propio, tal como ocurrió con la congestión, la «mall-ification», el espacio basura, o los excesos del conservacionismo. Ese momento actual no es otro que aquel en el que la mayor parte de la producción arquitectónica fuera de los centros de educación y culturales carece de discurso. Y no me refiero únicamente a un discurso intelectual disciplinar, sino también al político, ecológico y social. En épocas anteriores, esa mirada koolhaasiana afilada, práctica, o llamémosla desprejuiciada, se entendía incluso como una posición radical y política. Tal vez, la línea fina en la que OMA trabajaba entre la complicidad y la crítica con el neoliberalismo se haya decantado, finalmente, del lado de la primera...
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