Experimentos en África

Futuros posibles


Urko Sánchez, 15 viviendas sociales en Tadjoura (Yibuti)

Es difícil encontrar un continente más ninguneado que África; un continente cuya imagen se haya dibujado con trazos más simplistas. En África estuvo una de las cunas de la civilización —por no decir la cuna de la especie humana—; su historia ha estado jalonada por momentos de crisis pero también de prosperidad; y las muchas culturas que han habitado en esta porción de la Tierra forjaron un dédalo de lenguas y estilos artísticos que, en buena parte, sigue siendo un enigma para los arqueólogos y antropólogos. Sin embargo, la mirada de Occidente sobre África, construida en lo sustancial a partir de los relatos de la colonización, es de una ingenuidad inquietante: África precaria, África violenta, África bella y exótica...

La arquitectura del continente ha sido víctima de una simplificación análoga. La admiración por la riqueza simbólica y cultural de ciertos ejemplos históricos como la dogón no ha sido capaz de contrarrestar los recurrentes vituperios o desprecios, y el resultado ha sido una idea tan extendida que va a costar mucho tiempo erradicarla: que África, siempre al margen de las corrientes principales de la civilización global, no ha sabido crear su propia versión de la modernidad, y se debate entre la imitación de modelos importados y la búsqueda de una cuasi imposible ‘identidad africana’.

Por supuesto, hay argumentos que en parte confirman uno y otro extremo. Debilitados por las pertinaces crisis económicas y políticas, los africanos apenas pueden resistir el viento de la globalización que sopla de países como China, que ha sido capaz de exportar a ciertas zonas de África su banal modelo de urbanización. Por su parte, la defensa de la ‘africanidad’ y la búsqueda de su expresión arquitectónica, han resultado ser un proyecto fallido, habida cuenta de la variedad cultural, social y económica de los países que conforman el continente.

Con todo, figuras internacionales como David Adjaye o Francis Kéré, así como pequeños estudios locales y arquitectos extranjeros que trabajan in situ han demostrado que otras vías —otros futuros— son posibles. Futuros en los que la arquitectura africana no se pliegue a las pulsiones identitarias, pero no renuncie a lo mejor de sus tradiciones tipológicas y constructivas. Y futuros también en los que construir en África no implique la mera copia literal de modelos importados, sin que esto comporte alejarse de la vocación cosmopolita y de las oportunidades que ofrece la globalización.

De estas ambiciones encontradas pero potencialmente fructíferas dan cuenta los cuatro edificios que se han seleccionado en este dosier, marcados todos por su compromiso social y su buen sentido tectónico: una escuela en Fass (Senegal), de Toshiko Mori; el albergue para jóvenes Limpopo en Bela-Bela (Sudáfrica), de Local Studio; la guardería Eco Moyo en Dzunguni (Kenia), de Architectopia; y la escuela secundaria de Youlou (Burkina Faso), de Albert Faus.

Francis Kéré, Escuela primaria, Gando (Burkina Faso)


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