En 1949 España no tenía más que 28 millones de habitantes, pero crecía a un ritmo de 300.000 personas por año. El país estaba devastado y la migración desde el campo comenzaba a desbordar las ciudades. En este contexto, construir viviendas constituía un apremiante asunto de Estado que reclamaba la contribución de los mejores. La de Eduardo Torroja, por entonces director del Instituto que más tarde llevaría su nombre, consistió, entre otras medidas, en convocar un concurso internacional con un fin concreto y ambicioso: recabar sistemas para la construcción anual de 50.000 viviendas industrializadas de bajo coste, atendiendo a las características climáticas y socioeconómicas de la España del momento. El concurso —que no tenía precedentes— fue un éxito. Concurrieron 89 propuestas de 17 naciones (incluidos Japón o el Congo belga) con 200 patentes que daban cuenta de la innovación de una Europa destruida por la guerra y cuya necesidad de levantar con rapidez viviendas baratas era la misma que había en España.

La historia del concurso, que entrelaza técnica, sociedad y economía, se recoge en este libro de Pepa Cassinello, que hace las veces de catálogo de una exposición presentada en la Fundación Eduardo Torroja, pero que en realidad es una excelente monografía sobre la industrialización de mediados del siglo XX. Exquisitamente diagramado, el volumen analiza con detalle las propuestas presentadas, describe experiencias análogas en otros países y se remata con la reproducción de las bases del concurso, que son en sí mismas una lección de sociología y en las que pueden leerse sentencias tan anacrónicas como que «el obrero español es inteligente» y «está bien retribuido y colocado». Hoy sobran viviendas, pero el hecho de que suframos las consecuencias de una burbuja inmobiliaria sin haber avanzado gran cosa en industrialización, abocando a 800.000 obreros al paro, no hace sino confirmar que las preocupaciones de Torroja en la España de 1949 siguen estando en buena medida vigentes.