Libros 

Elogio del ensayo

On Sigurd Lewerentz

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Elogio del ensayo

On Sigurd Lewerentz

Eduardo Prieto 
01/12/2024


A los niños les cuesta dos años aprender a hablar, y a muchos una vida entera el tener voz. Sobre todo si la voz es la del escritor, que utiliza medios tan abstractos como las palabras para informarnos unas veces, emocionarnos otras, y hacernos siempre partícipes de un yo especial, que es el lugar desde donde hablan las buenas voces. José Ignacio Linazasoro posee esa voz. No es un don tal vez, sino el fruto del esfuerzo de una vida como lector y amante de la música, como persona curiosa y trabajador de eso que, con cierta cursilería pero con bastante precisión, se llamaba antes ‘las cosas del espíritu’. Lo peculiar es que, en el caso de Linazasoro, esta voz es al menos doble. Es la de un arquitecto que, pese a su tempranísima madurez, no ha dejado de ir refinando sus gustos y de fecundarlos con aquello que ve en los otros y le gusta. Y es la voz de un escritor que convierte el libro en otra manera de proyectar y proyectarse, siguiendo la estela del primero que hizo tal cosa, el Montaigne de los Ensayos.

Linazasoro es, no en vano, un consumado escritor de ensayos de arquitectura; artefactos construidos desde una personalísima visión de la disciplina, que no esconden preferencias ni fobias, pero que no renuncian al rigor intelectual. Ensayos fueron los precoces Permanencia y arquitectura urbana y El proyecto clásico de arquitectura, como ensayos han sido los más recientes y no menos celebrados La memoria del orden y La arquitectura del contexto. Y ensayo es Las paradojas de Sigurd Lewerentz, un breve pero intenso volumen que presenta con tino al poderoso pero siempre críptico arquitecto sueco, al mismo tiempo que da algunas de las claves de los intereses del propio autor. Si cualquier ensayo verdadero es reflejo de un yo, esto resulta aún más cierto en el caso de Linazasoro, que aborda a Lewerentz para entenderse acaso a sí mismo.

La presencia de la voz que habla en el libro a través de un estilo sobrio pero personal, ajeno a la retórica y capaz de aclarar con pocas palabras cuestiones muy complejas, no quita para que se trate de un texto extraordinariamente informado. Aunque resulte ajeno al trabajo académico de papers y monografías, Linazasoro es uno de los grandes expertos en Lewerentz, y esto se constata en la precisión con que sintetiza una obra tan variada y paradójica, desde los primeros proyectos como la capilla de la Resurrección y con ella la voluntad de reinventar el clasicismo a través de la constatación del fin del orden y la necesidad de trabajar con citas operativas de la obra de otros, hasta las iglesias de San Marcos y de San Pedro, obras maestras que revelan las virtudes de la modernidad contextual y los poderes de las atmósferas.

Pese a la extrema concisión del libro, Linazasoro no deja fuera otros edificios como la sede de las Pensiones Estatales, ejemplo maduro de la voluntad de no ser ni ‘antiguo’ ni ‘moderno’, o como el quiosco de flores, donde la materialidad se trasciende en símbolo. Linazasoro también precisa las relaciones de Lewerentz con arquitectos como Celsing y Asplund, del mismo modo que relaciona su sensibilidad con la de Östberg y Tessenow; y todo ello para acabar sugiriendo las razones de la falta de actualidad de Lewerentz, que son precisamente las que sostienen la intemporalidad de su obra: la ausencia de un estilo impostado, el carácter artesanal, la renuncia a la espectacularidad, el asumido carácter fragmentario e inacabado y, por encima de todo, el compromiso con la idea de que la arquitectura puede ser el lugar de experiencias profundas, íntimas, que inciden en el cuerpo tanto como exigen una refinada memoria cultural.


Libros reseñados:

Las paradojas de Sigurd Lewerentz

Del Clasicismo al estilo tardío

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