El maestro constructor
Estamos en ese momento dramático de nuestra vida nacional en el que nos debatimos entre la decadencia y la evolución, y nuestra arquitectura, con extraña fidelidad, refleja este movimiento pendular incesante. Que las fuerzas decadentes predominan en lo cuantitativo es algo que no cabe cuestionar; que las fuerzas creativas se oponen a este predominio en virtud de su calidad y que incluso pueden llegar a superarlo constituye materia para la conjetura. Que la gran mayoría de nuestra arquitectura está podrida hasta la médula es una aseveración que no admite ni la más mínima duda. Que existe en nuestra vida nacional, en el genio de nuestro pueblo, un germen fructífero y que hay un puñado de personas capaces de percibirlo, está también por completo fuera de toda duda»...
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