(1924-2002)

Eduardo Chillida quiso ser arquitecto, vocación que abandonó a favor primero de la pintura y luego, definitivamente, de la escultura. Pero la materia y la forma en la escultura de Chillida revelaban una concepción espacial hermana de su vocación más temprana. El vacío enjaulado (en Yunque de sueños y Jaula de la libertad) o el vacío excavado (en Mendi Hutz I o en su proyecto no realizado de cripta para la montaña de Tindaya), constituyen el hilo con-ductor de una obra íntimamente ligada a la experimentación con todo tipo de materiales, desde el acero hasta el hormigón, pasando por la madera, la piedra o el alabastro. Galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de 1987 y el Praemium Imperiale de 1991, fue también nombrado arquitecto honorario por el Consejo Superior de Arquitectos de España. Donostiarra de nacimiento, sus piezas de gran tamaño como el Peine del viento (San Sebastián) y el Elogio del Horizonte (Gijón) presiden el paisaje del litoral cántabro como centinelas de la costa. El escultor desaparecía este año tras ver inaugurado Chillida Leku, la sede de su fundación ins-alada en una casa de labranza cuyo interior fue desalojado para crear un espacio indiviso y desnudo.



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