Fallecido a los 81 años en Madrid, su ciudad natal, Eduardo Arroyo fue uno de los grandes pintores españoles de la segunda mitad del siglo XX. Formado como periodista, Arroyo se exilió a finales de la década de 1950 en París, donde reconoció su vocación artística, entregándose a la escritura y después a la pintura, disciplina a la que sería fiel hasta el final. Ajeno a las modas abstractas e influido por el pop art, Arroyo dio con un lenguaje figurativo muy personal, sostenido en colores vivos y en una narrativa de tonos surrealistas, caústicos, cuando no de denuncia social, en la línea de otros artistas de la época como el Equipo Crónica.