Del barro al composite

Tres casos

Pepa Cassinello 
29/02/2016


PMMT arquitectes, Vivienda unifamiliar

La idea de cocer el barro surgió poco después del descubrimiento del fuego. Fue así como el hombre de la Prehistoria realizó la primera mutación de este material natural, obteniendo otro mucho más estable y resistente: la cerámica. Con ella fabricaron pequeños utensilios cotidianos —cuencos, jarras, botijos, cucharas— que fueron creciendo en tamaño a medida que el material y la técnica evolucionaban. Muestras de ello son los más de 800 guerreros y caballos de Xian, realizados a tamaño real, que el emperador de China, Quin Shi Huang, encargó para su tumba (210-209 a.C), o la gran tinaja que según la tradición habitó Diógenes, o las literarias que sirvieron de escondite a los cuarenta ladrones del cuento de Alí Babá en Las mil y una noches.

Pero la arquitectura fue la que más se benefició de la aparición de este nuevo material. Con él se fabricó uno de los más versátiles elementos de construcción, el ladrillo: una pequeña pieza de barro cocido —‘tierra quemada’— que a lo largo de los siglos ha sido capaz de adaptarse a la amplia variedad de formas, tamaños y lenguajes de la arquitectura de cada civilización (...)


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