El 17 de abril de 1923 entraba en la Alhambra un arquitecto madrileño de 34 años, entonces solo un teórico de la restauración y con escasa formación en la cultura y el arte islámicos. Era Leopoldo Torres Balbás, que justo hace un siglo llegó a la ciudadela nazarí granadina para asumir el cargo de arquitecto-conservador, la máxima autoridad entonces al frente del espacio monumental. La Alhambra era una mezcla de ruina, espacios reconstruidos en épocas anteriores con un aire arabesco artificial que correspondía más a una versión idealizada de lo árabe que a la realidad del arte musulmán oriental propio de la Península...
El País: Cuando la Alhambra era una ruina
El legado andalusí: Cuando la Alhambra estuvo en ruinas