Construir en primera persona
De Berlín a México
Se dice que no hay nada tan práctico como una buena teoría. Pero también es cierto que no hay nada tan intelectualmente formativo como una buena experiencia práctica, y los programas universitarios que conducen a construcciones reales resultan siempre memorables para estudiantes y profesores, tanto si alcanzan sus objetivos como si se manifiestan incapaces de lograrlos. No hace falta recordar que los fracasos pueden ser pedagógicos, y una de las estructuras más populares en los patios de las Escuelas de Arquitectura —las cúpulas geodésicas— nacieron en un curso de Buckminster Fuller en el Black Mountain College que no logró levantar sino ‘cúpulas supinas’ que se desplomaban de inmediato. Sin embargo, la mayor parte de las experiencias tienen éxito porque obligan a docentes y discípulos a adquirir conciencia de las constricciones materiales y las limitaciones presupuestarias de cualquier proyecto, lo que mejora la competencia técnica y la sensatez económica de quienes participan, cosa de no poca importancia en una profesión más propensa a dejarse secuestrar por la imaginación onírica que a someterse a la disciplina del pragmatismo constructivo...