Carlos Mijares nació cuando la modernidad mexicana comenzó a construirse con el deseo de inventar las ciudades de nuevo, pero él entendió la arquitectura como producto de la tradición. Formó parte de la generación que estrenó el campus de Ciudad Universitaria en el Pedregal que extendió la capital hacia el Sur, tras dejar los edificios históricos de la antigua Academia de San Carlos ubicada en el centro y probar las obras de sus maestros, pioneros de la modernidad como José Villagrán y Mario Pani. De ellos aprendió a cuestionar los dogmas, y antes de finalizar sus estudios ya los retaba con la creación de la revista Perspectiva, que lanzó como rechazo a las páginas de Arquitectura México dirigida por Pani, donde el espíritu moderno pronto se convertiría en fórmula. Mijares pudo ver más allá de los estilos con los que se catalogaba tanto el pasado como la modernidad y nunca creyó que hubiera un abismo insalvable entre ambos. En el fondo, jamás abandonó los edificios históricos de su formación inicial ni creyó que los postulados modernos fueran incuestionables. Como estudiante, competía por las mejores notas contra su compañero Ricardo Legorreta, quien pronto envidió su talento como constructor, y quien terminó su vida calificando a Mijares como uno de los arquitectos más brillantes del siglo XX...