El verano de 2017 está siendo quizá uno de los más variados e intensos de los últimos años en lo que al arte se refiere. La siempre atractiva Bienal de Venecia coincide con la doble muestra de documenta en Kassel y Atenas, y con el evento donde en verdad se hacen negocios: la feria de Basilea. A ellos debe sumarse el Skulptur Projekte de Münster, el más raro —se celebra cada diez años— y también el más experimental de estos eventos, cuya quinta edición dirigida por Britta Peters y Marianne Wagner está recibiendo muchas más alabanzas que críticas.
Si el objetivo original de la muestra creada por el ya legendario comisario Kasper König en 1977 era presentar proyectos que demostrasen todas las posibilidades del lenguaje escultórico, en esta edición puede decirse que la escultura ha tomado literalmente las calles, hasta el punto de que no es fácil desligar la obra artística de los escenarios donde se insertan. La trama urbana, los edificios, las atmósferas propician movimientos laberínticos basados en el azar o en las búsquedas premeditadas, recordando quizá con nostalgia las derivas situacionistas.
Disueltos en el espacio público, las esculturas, los vídeos, las instalaciones o las performances tienden a resentirse en su singularidad. Pero esto no quita para que los críticos hayan encontrado obras sobresalientes entre los 36 proyectos presentados, y para que la muestra, precisamente por su cercanía a la arquitectura y la ciudad, esté teniendo entre el público en general un éxito que tal vez nadie se esperaba.