
Pese a las notables diferencias que separan sus respectivas producciones, el escenógrafo italiano Adolphe Appia, muerto en Suiza en 1928, y el arquitecto y teórico Edward Gordon Craig (véase el artículo de Aurora Herrera en este mismo número) compartieron en su trabajo una misma preocupación. En sus construcciones escenográficas, ambos se empeñaron en otorgar al espacio un atributo del que hasta entonces había carecido: su capacidad dramática. El espacio debía admitir en su propia estructura —y no sólo en su apariencia meramente decoradora— una variabilidad que determinara la cadencia rítmica en la que habría de apoyarse el drama en cada momento...[+]