Aleksandr Deineka y la figuración soviética
Cuerpos proletarios
Las vanguardias soviéticas anhelaron un hombre esencialmente mecanizado y desnaturalizado, un hombre sin cuerpo desposeído de características propias y al servicio de un afán colectivo de mayor trascendencia que la del individuo. La ambición de la organización industrial del Estado soviético y el esfuerzo de la creación de un mundo nuevo, les impedía fijarse en la singularidad del individuo y el cuerpo que le da vida. El cuerpo además podía ser una atadura con el pasado, una deficiencia del hombre, que obstaculizara la construcción del socialismo. Pero el cuerpo no es abstracto. Es en él donde el dolor y el sacrificio se materializan de modo más visible y acusado, del mismo modo que es en él donde también se instala más aprisa la felicidad y el placer.
Esta anulación del cuerpo probablemente trasmitía una crudeza intolerable a los obreros y campesinos soviéticos sobre los que recayó el grueso de las renuncias, que verían en el reflejo de estos hombres metalizados la dureza de su trabajo diario como una carga inútil y, quizá entonces, no distinguieran la nueva vida por venir de la miseria moral y física del antiguo régimen. El Estado soviético lo entendió rápidamente y poco más de diez años después del triunfo de la Revolución, reclamó a los artistas un compromiso con la figuración que ayudara al Estado a transmitir las ideas de la superioridad ética del socialismo y sus ventajas materiales. Este proceso dirigido de modo arbitrario fue ajustando sus imposiciones a los intereses políticos impredecibles del poder establecido en Moscú...