Que Koolhaas siempre ‘gana’ puede corroborarse en su último proyecto: la dirección de la Bienal de Arquitectura de Venecia, que este año se ha estructurado a partir de un lema ‘Fundamentals’ y tres temas: ‘Elements’, ‘Absorbing Modernity’ y ‘Monditalia’. De estos, sólo ‘Elements’ ha sido realmente fructífero, pues al menos ha cuajado en los quince tomitos del enciclopédico catálogo del evento (véase la página 61), que recoge otros tantos ‘elementos’ arquitectónicos: de la chimenea a la rampa, pasando por la ventana o la puerta. No hay mucho que decir, sin embargo, de los otros dos, en especial ‘1914-2014. Absorbing Modernity’: pocos han sido los invitados que se han ajustado a él o han ofrecido una respuesta relevante. El lance del maestro holandés ha consistido, en realidad, en el acto de contrición con el que se convocaba la muestra —hablar de arquitectura, no de arquitectos, tras la época del ‘estrellato’—, un propósito cuya conclusión ha resultado previsible: nadie ha hablado de estrellas, pero todos han acabado hablando de Koolhaas.
En el capítulo de premios, el León de Oro ha sido para Corea del Sur, y el de Plata para el de Chile. A la nómina de platas se ha sumado la incisiva reflexión de Andrés Jaque sobre el poder de los medios de comunicación en el urbanismo, un contrapunto sociológico al pabellón español, mas ‘disciplinar’, cuya exposición dirigida por Iñaki Ábalos ha preferido dar cuenta del papel ambiental de los interiores arquitectónicos a través de una selección de doce edificios.