«¿Cómo viviremos juntos?»: este es el título de la XVII Bienal de Arquitectura de Venecia, que cuenta con la participación de 61 países. Se trata de un lema que evidencia el giro social, incluso político, que se viene dando a la muestra desde hace más de dos décadas, cuando en 2000 Fuksas propuso el tema ‘Less Aesthetics, More Ethics’. En la edición en marcha —que se ha iniciado con un homenaje póstumo a Lina Bo Bardi y concediendo, con toda justicia, el León de Oro a Rafael Moneo—, el comisario Hashim Sarkis denuncia la situación provocada por la crisis climática, la inestabilidad política y la desigualdad creciente con la convicción de que «no podemos esperar a que los políticos señalen los caminos para un futuro mejor; mientras ellos continúen dividiendo y aislando, podemos proponer alternativas para vivir juntos gracias a la arquitectura». Este punto de partida convierte la biennale en un laboratorio de propuestas de vida en común, como las 34 españolas que integran la propuesta patria —Uncertainty— y que, según sus jóvenes comisarios —Sofía Piñero, Domingo J. González, Andrzej Gwizdala y Fernando Herrera—, «invita a generar infinitos interrogantes, que guardan implícita una certeza: el futuro será juntos o no será». Venecia enuncia así un manifiesto bienintencionado y necesario, pero que acaso peca de ingenuo.