Como disciplina y como profesión, la arquitectura está sumida en tres largas y profundas crisis que afectan a la imagen que la sociedad tiene de ella, y, como consecuencia, a los distintos papeles que hoy desempeñamos las arquitectas y a la relevancia de las decisiones en las que intervenimos. Trataré de nombrar y bosquejar estas tres crisis, que aparecen bajo múltiples formas:
1. Una crisis de credibilidad respecto de nuestro ‘modelo de intención’: nuestras prioridades no se perciben como coincidentes con las de la sociedad civil.
2. Una crisis de responsabilidad medioambiental (o, más bien, un conjunto de ellas): la actividad de las arquitectas sería una más de las agresiones ecológicas; pertenece al modelo extractivo, en lugar de formar parte de las soluciones a impactos, emisiones y emergencia climática.
3. Una crisis por su participación en un modelo económico (político y financiero a la vez): las arquitectas serían colaboradoras necesarias en las burbujas inmobiliarias, los procesos de gentrificación y el despilfarro de los bienes públicos.
Ante estas crisis, las arquitectas se ven a menudo como víctimas antes que responsables. Pero mi propia sospecha es que las tres son, por la parte que nos toca, consecuencia de un mecanismo perverso que las arquitectas usamos constantemente: las tres derivan de nuestra gestión de los objetos referenciales. Por decirlo simplemente: estamos ante la crisis de los objetos...[+]