De la mismo modo que en la literatura y el cine hay personajes que con apenas un par de líneas consiguen tensar una trama, la historia de la arquitectura se beneficia de la aportación de ciertas personalidades que influyen en el debate profesional desde un discreto segundo plano. Rafael Aburto es uno de esos arquitectos que han transitado por los márgenes de nuestra historia reciente, contribuyendo tras la Guerra Civil a abrir la disciplina a los avances teóricos y técnicos que el cambio de régimen había frenado.

Nacido en Bilbao en 1913, Aburto desarrolla gran parte de su carrera dentro de la Obra Sindical del Hogar, para la que realiza en los años cincuenta los bloques madrileños de Villaverde y el Gran San Blas. Sin embargo, su nombre está ineludiblemente ligado a la Casa Sindical (1949-1957), que realiza junto con Asís Cabrero en el Paseo del Prado. Pero será en el rigor cristalino de la sede del diario Pueblo (1959), construida en un solar adyacente por el bilbaíno, donde se ponga de manifiesto la elegancia constructiva y abstracción volumétrica que aplicaría para usos tan dispares como la Delegación de Hacienda de San Sebastián (1958) o la Ópera de Madrid (1963). La precisión de estos prismas contrasta con el universo colorista y onírico que idea para las tiendas Gastón y Daniela de Madrid (1952, 1965), planteando dos vías formales que parecen encontrar su improbable acomodo en las viviendas levantadas sobre la finca familiar de Neguri (1966-1969).

Fruto de la tesis doctoral de Iñaki Bergera, el libro recoge un análisis crítico del personaje y su obra escrito con solvencia y documentado con rigor. Sólo cabe reprochar a su autor el haberse guardado un as en la manga: la reproducción sistemática del conjunto de los proyectos, reservada para otra publicación; una estrategia editorial no demasiado satisfactoria para los que esperamos impacientes una monografía integral sobre este necesario protagonista.