Philippe Starck, Alhondiga of Bilbao
Old Wine in New Bottles
Ya no huele a vino en Indautxu. «La vie est ici» aseveraba el diseñador Philippe Starck (París, 1949) el 18 de mayo de 2010 durante la inauguración de la nueva Alhóndiga Bilbao. El centenario almacén de vino que había permanecido entumecido durante tres décadas volvía por fin a llenarse de vida. La Alhóndiga —almacén o granero en su etimología árabe— se va a colmatar ahora con ciudadanos que acuden a un «lugar de encuentro, ejemplo de una nueva generación de proyectos basados en la vida y no en una teoría cultural», explica el francés; «algo formidable, lleno de energía, de entusiasmo. En definitiva, un edificio con la elegancia de la inteligencia y la belleza de la felicidad». Un entusiasmo que sin duda encuentra impulso en el espíritu de una ciudad que se ha reinventado a sí misma y que, coincidiendo con la inauguración del edificio, ha recibido por delante de otras 77 candidatas el premio Lee Kuan Yew World City Prize, el Nobel de las ciudades, por la transformación de la ciudad industrial ‘obsoleta’ en una ‘metrópolis vibrante’. Dan fe de ello un Guggenheim ya maduro que no deja de atraer turistas, el metro de Foster que recorre con elegancia el subsuelo metropolitano o los nuevos proyectos de Siza, Moneo o Pelli para terminar de configurar el ámbito de Abandoibarra. Los cristalinos proyectos de Soriano y Palacios, y de Coll-Barreu para sendos edificios administrativos del Gobierno Vasco han convulsionado también la imagen urbana de un ensanche que ha sufrido hasta encontrar una solución a su imponente y aletargada pieza de la Alhóndiga, una asignatura pendiente que finalmente se ha aprobado con nota...