El legado del prematuramente fallecido Manuel de Solà-Morales resulta de extraordinaria importancia, aunque sea difícil de sintetizar. Se puede afirmar, sin ninguna duda, que su multifacética labor ha revitalizado el urbanismo, creando nuevas formas de pensar la ciudad que van a tener largo recorrido. Para Manuel de Solà-Morales, el urbanismo era un asunto de ideas y de una rigurosa aplicación de las mismas a cada realidad específica. Por ello proponía prestar mucha atención a las diversas aproximaciones explicativas de los fenómenos urbanos, pues es desde este entramado intelectual que pueden elaborarse aquellas ideas, siempre impulsadas por el compromiso ético de lograr la mejora de los lugares en los que los procesos sociales se involucran y las relaciones cívicas se entrelazan, contribuyendo a la innovación, a la cohesión y a una mayor equidad. Solà-Morales entendía el urbanismo como un producto social y, como tal, objeto de debate político controvertido y complejo, en el marco del cual se comprometía a formular estrategias y proyectos que aportasen luz sobre las cuestiones del espacio urbano y del uso social de los diferentes agentes que en él intervienen.