Jorge Oteiza fue un extraordinario escultor, uno de los escasos artistas europeos que en el convulso período de las vanguardias tardías —cuando el impulso utópico de la modernidad alcanzó al fin tierra firme, replegándose en la revisión de su patrimonio acumulado y, simultáneamente, ofreciéndolo a las apetencias del mercado—fue capaz de conducir los presupuestos vanguardistas a su lógica conclusiva. Oteiza prestó especial atención a la vanguardia rusa, la formada por Alexander Rodchenko y Varvara Stepanova, Vladimir Tatlin y Liubov Popova y, especialmente, Kazimir Malévich, aquella en la que, de forma implícita o explícita, el proyecto artístico se articulaba en dos fases de entrada y salida del laboratorio. En la primera, el artista se aplica a la investigación del lenguaje con el fin de poner a punto un nuevo repertorio de formas; en la segunda, ese repertorio sería sometido a un proceso de verificación en la realidad a través de la construcción de objetos reales: arquitectura y mobiliario urbano, propaganda y publicidad, organización de eventos y montaje de exposiciones... [+]