Ningún movimiento artístico ha tenido una implicación arquitectónica tan acusada como el minimalismo. Con sus formas claras, previsibles, limpias, el Minimal Artfue, de hecho, una forma de arquitectura proyectada en el espacio de la galería, un urbanismo ficticio: un modelo teórico de habitabilidad en la escultura. No se trataba ya de la estrecha relación entre la obra de arte y el espacio que la acogía (ese motivo que había apuntado por primera vez en los Contrarrelieves deTatlin, el Espacio RAUM de El Lissitzki o la Merzbau de Schwitters) sino una auténtica simbiosis de biología fría: no hay obra sin lugar; el lugar es más que un recipiente que acoge los pensamientos, es el propio significado. De hecho, sólo a partir del minimal, el conceptual o el environment art, entre mediados de los sesenta y durante la década siguiente, se fue afianzando el género instalación y el trabajo site specific. La obra ya no se adapta a un espacio, sino que surge del carácter singular de ese espacio…[+]