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El urbanismo ecológico como cajón de sastre

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El urbanismo ecológico como cajón de sastre

Carlos Verdaguer 
31/12/2010


El que los nombres de Rem Koolhaas o MVRDV pudieran aparecer entre las páginas de una publicación bajo la etiqueta de ‘urbanismo ecológico’ junto a los de Andrés Duany o Ian MacHarg, como ocurre en el caso de la publicación que aquí nos ocupa, no era una situación tan altamente improbable como pudiera parecer hace unos diez años, al menos para quien estuviera tomando atenta nota de la paulatina deriva mediática que por entonces empezaba a experimentar el término ‘ecológico’ hacia su conversión en mot d’ordre para cualquier discurso institucional que se pretendiera innovador.

Según dónde nos situemos, el que esto haya llegado a ocurrir realmente, y el que la prestigiosa Graduate School of Design de la Universidad de Harvard haya acabado dedicando un grueso y lujoso tomo ilustrado a un concepto entonces aún menospreciado por el mainstream arquitectónico, puede ser motivo de esperanza o de desazón, o de ambas cosas al mismo tiempo.

Lo cierto es que el panorama del denominado eco-urbanismo, que ha experimentado un importante desarrollo en forma de publicaciones, proyectos e iniciativas en estos últimos años, sigue estando muy necesitado de claridad conceptual. Sin embargo, aun adoptando la visión más positiva y felicitando bona fide la iniciativa que lo ha hecho posible, hay que acabar señalando que este volumen no constituye una aportación relevante en este sentido, sino más bien al contrario.

Lo paradójico es que verdaderamente no se puede achacar el confuso resultado final al extenso listado de contribuciones que constituye su contenido, pues entre ellas abundan nombres de prestigio dentro de sus ámbitos respectivos, y algunas de ellas revisten, tomadas por separado, gran interés. Así, las reflexiones de uno de los padres de la Landscape Ecology como R.T. Forman conviven con la propuesta de minicoche eléctrico del recientemente fallecido William J. Mitchell (su último libro apareció reseñado en Arquitectura Viva 131), sin olvidar las presentaciones dedicadas al panorama africano o asiático, ni la significativa presencia española a través de Iñaki Ábalos, Ecosistema Urbano y la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona. 

Pero la deliberada heterogeneidad en cuanto a enfoques, escalas y contenidos, acaba fundiéndose en una vorágine de homogéneo tono grisáceo, como ocurre con la gama inicialmente multicolor de un disco de Newton cuando empieza a girar. No se puede achacar la confusión a la diversidad del material recogido, pues responde realmente a la realidad de un concepto paraguas como es el de urbanismo ecológico, del cual se reclaman, legítima o contradictoriamente, las más variadas tendencias. De hecho, una buena cartografía de tales tendencias hubiera sido de gran utilidad y, sin duda, podría haberse trazado en parte con el material disponible. Sin embargo, se ha optado por no hacer el esfuerzo de articular un hilo argumental que facilite la orientación dentro del prolijo material, limitándose a agrupar éste bajo una serie de etiquetas cuya supuesta capacidad de sugerencia no oculta lo endeble de la estructura conceptual propuesta por los editores.

Tal vez esta falta de estructura sea lo más adecuado para un entorno ‘líquido’ y multidimensional como es el de la web, en el cual es el usuario el que crea su propia estructura mediante la búsqueda y el acceso al material específico seleccionado, o tal vez anuncia un posible formato electrónico para los libros de recopilación temática que los anglosajones llaman readers, pero ciertamente no funciona en el caso del formato de libro tradicional: en el volumen que nos ocupa, la ausencia de discurso hace que algunos temas relevantes para el urbanismo, aunque aparezcan someramente tratados en el libro, queden al mismo nivel de lectura que algunas inconsistentes propuestas de diseño cuya presencia sólo es comprensible desde la perspectiva de la ‘moda verde’.

Naturalmente, estas opciones no son achacables a la torpeza de sus autores, sino que responden a una visión que sigue firmemente enraizada en el imaginario disciplinar arquitectónico de nuestros días y de la que, evidentemente y a pesar de sus buenas intenciones, sigue siendo deudora la prestigiosa escuela de diseño que ha impulsado este libro. Una visión según la cual el rigor de la reflexión puede ser sustituido por el esfuerzo denodado en el buen diseño, realimentando el mito del poder regenerativo de la belleza y la consiguiente obsesión exclusivamente estética que caracteriza las reflexiones sobre el urbanismo y la arquitectura ecológicas desde el interior de la disciplina. Lo paradójico es que esta obsesión ha contribuido en gran medida a inhibir precisamente una reflexión abierta sobre el papel del buen diseño en relación con todos los demás aspectos de la realidad, en la que sí podría estar interesada una gran parte de la sociedad.


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