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El mundo bajo el prisma de Koolhaas

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El mundo bajo el prisma de Koolhaas

François Chaslin 
31/12/2003


Content, la última obra de Rem Koolhaas, ha aparecido con retraso respecto a la exposición del mismo título que se inauguró el pasado otoño en la Neue Nationalgalerie de Berlín, y que ahora puede verse en la Kunsthal de Rotterdam. Es un libro extraño, que con toda seguridad no encontraremos a la venta en las grandes superficies para las que parece haber sido concebido, o en los estantes de la prensa acidulada para adolescentes. Es pesado y suave, se desliza entre los dedos; es denso y con demasiada información, y sin embargo fluido, un poco repulsivo; es grave e irónico. Se deja hojear mal y tampoco es fácil de abordar, acaso de leer. Al escurrirse de las manos emite ese «inconfundible sonido de boñiga de vaca» que describía Annie François en su libro Bouquiner.

544 páginas, flexible, 930 gramos, formato cuadrado, un papel de revista, fino y brillante, una marea de imágenes a todo color, logos, títulos y eslóganes; fotografías manipuladas o pixelizadas y vídeogramas borrosos; juegos de niños y extrañas figuritas amenazadoras inspiradas en la silueta de los proyectos arquitectónicos de Koolhaas; el consabido ingrediente porno; personajes o decorados de mangas japoneses o de Game Boy; y pictogramas con connotaciones políticas. Por todas partes los soles amarillos y las estrellas de los productos de limpieza, esa trivialidad deliberada de los envases.

La obra resulta económica (9,99 euros), y su coste ha sido parcialmente financiado por la publicidad; publicidad de marcas como Gucci y Prada (un africano vende sus imitaciones sobre la acera), de oficinas de turismo (de los Países Bajos —la alegría de los campesinos con sus zuecos—, mezclada con la de Nigeria); anuncios de Volkswagen o Boffi, y de revistas y editoriales. Tiene su propio ritmo, que es sincopado, entrelazado. Ciertos textos han sido prácticamente desmenuzados en tiras, escalonados en las páginas como un trabajo de marquetería. Por otra parte, es informal, lascivo, chorreante, explosivo y lleno de logos, brillantemente articulado en su conjunto por el grupo de grafistas &&&. Junto con cuentas hacia atrás, desorden, multitud de collages, planos, esquemas, cartas y documentos proclamatorios, encontramos conversaciones —Robert Venturi y Denise Scott Brown, Martha Stewart, la papisa del buen gusto americano—, colaboraciones críticas y páginas de carácter doctrinal. Así el texto Junk Space y, de la pluma de Somol, Doce razones para volver a la forma (porque es ilícita, plena, arbitraria, fácil, etcétera, etcétera); o bien, firmado por Bill Millard, un anti-glosario, una lista de palabras en lo sucesivo proscritas porque nos habrían decepcionado, se habrían convertido en zombies, apestarían y deberían arrojarse a los basureros de la historia del discurso arquitectónico (radical, comunidad, sociedad, brutal, caos, programa, zona e incluso content, contenido, ya que es preciso circular mucho más rápido que los epígonos y quemar instantáneamente aquello que se ha fingido celebrar; la vanguardia, en esta época en la que todo el mundo aspira a participar de ella, debe correr más deprisa, ya que rechaza la idea misma de tener seguidores).

La arquitectura es además demasiado lenta, proclama una especie de editorial. No es más que «la amalgama imprecisa de conocimientos antiguos y prácticas contemporáneas, una forma incómoda de mirar el mundo, inadecuada para actuar sobre él.»

En lugar de los golpes de efecto de los copy right en las decenas de nociones que aparecen en el ensayo sobre Pearl River Delta, se suceden esta vez las ‘patentes de modernización universal’ pretendidamente declaradas por la Office for Metropolitan Architecture porque hoy la memoria colectiva de la arquitectura sería volátil (1982, La Villette, patente de condensador social nº 3,818,150; 1994, Ópera de Cardiff, patente de desconexión nº 9,765,233; 1994; casa en Burdeos, patente de en todas partes y de ninguna parte nº 9,745,214; 2002, sede de la televisión china, patente de rascacielos en bucle nº 2,565,267).

Los proyectos no se presentan ni por orden cronológico ni por talla o género, pero, a fin de subrayar las «relaciones ambiguas» de la oficina de Koolhaas con las fuerzas de la globalización, se disponen según su localización geográfica, bajo el santo y seña Go East, a contrapelo del curso solar. Partida desde San Francisco, a 37º47’N 122º26’W; escala en Los Ángeles, a 34º3’N 118º15’W; y llegada, 300 páginas después, a Pekín, a 39º55’N 116º26’E. Otros tantos proyectos dispersos por el planeta.

Presentado siete años después como la continuación del monumental S,M,L,XL, y también como su contrario, Content quiere ser la encarnación de un momento concreto, partículas de tiempo en un mundo incierto, el reflejo de una actividad intelectual que no concierne sólo a la arquitectura, sino que implica una crítica política del mundo. El libro ofrece una abrumadora masa de datos estadísticos triturados, una contra-geografía de la globalización con diagramas, atlas universal de los suicidios, cuadro sinóptico de la tumultuosa historia en los catorce últimos años, de sus monumentos y de sus catástrofes, de sus fantasmas y de la sucesión sus dirigentes políticos, en relación con la evolución del índice Dow Jones, todo ello bajo el dominio de la santísima trinidad yen-euro-dólar, cuyos signos forman un implacable ¥€$.

Se trata para Koolhaas de volver a poner la arquitectura, que se soñaba perenne, en el flujo de vidas y muertes, de bienes y capitales, de guerras y movimientos de población. De encontrarle un papel en esa inestabilidad y en ese universo de marketing que, medio siglo más tarde, señala una nueva era, al parecer menos optimista, de realismo, de cultura popular y de mercado.


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