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El Greco, biografía de un pintor extravagante

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El Greco, biografía de un pintor extravagante

Guillermo Solana 
30/06/1998


La imagen tradicional de El Greco, forjada hace un siglo, lo entroncaba con la religiosidad castellana, en particular con la mística. En los últimos años se ha vuelto a insistir en su inspiración religiosa, pero asociándolo a corrientes más ortodoxas; Jonathan Brown, por ejemplo, lo considera un pintor arquetípico de la Contrarreforma. Pero esta interpretación no explica las diferencias entre El Greco y los pintores religiosos ‘oficiales’ de su tiempo, ni las reservas que sus imágenes sacras provocaron en Felipe II y en el cabildo de la catedral de Toledo.

La nueva interpretación de El Greco que propone Femando Marías se aparta de la versión religiosa, para esbozar la figura de un pintor-filósofo, consciente al modo italiano de la esencia de su arte. Marías arranca de dos textos autógrafos: en 1967, Xavier de Salas comunicó el hallazgo de un ejemplar de las Vite de Vasari con comentarios marginales de El Greco. Años más tarde, Marías y Agustín Bustamante descubrían en la Biblioteca Nacional una edición del Vitruvio por Daniele Bárbaro anotada por el pintor. Estas notas constituyen un valioso documento del pensamiento del artista. No le interesaban los cánones y decretos del Concilio de Trento, sino la investigación intelectual libre.

La biografía hace aportaciones de especial valor sobre la etapa anterior a su llegada a España. En su Creta natal aprendió a pintar iconos; en Venecia asimiló un estilo nuevo y una nueva concepción del arte; y en Roma se familiarizó con los nuevos modos de ser artista: cortesano, empresario, intelectual. Finalmente, su ambición le trajo a España, buscando la protección de Felipe II. Pero no consiguió triunfar y acabó en Toledo. Marías desarma el mito de la identificación entre El Greco y la ciudad donde vivió. No hubo tal. El Greco se instaló en Toledo provisionalmente, pero cuando quiso darse cuenta era tarde para marcharse. Trabajó allí con éxito desigual; es verdad que recibió importantes encargos, conquistó un lugar y tuvo discípulos y amigos, pero nunca dejó de sentirse extranjero, ni abdicó de su radical independencia.

Cuando se redescubrió a El Greco hace un siglo, los artistas y críticos modernos militantes lo consideraron como uno de los suyos. Pero la actualidad de toda obra del pasado ha de renovarse cada vez, y así se hace en esta magnífica biografía. Por ejemplo, Marías estudia en detalle las condiciones de los encargos y contratos, pero no olvida el sentido que el artista tuvo de la autonomía de su creación. Francisco Pacheco recordaba con admiración cómo, visitando el estudio de El Greco en sus últimos años, el pintor le mostró «los originales de todo cuanto había pintado en su vida, pintado a óleo, en lienzos más pequeños». Sean lo que fueren estos enigmáticos originales, un pintor que fabrica y atesora así un museo completo de su producción demuestra una conciencia radicalmente moderna.


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El Greco

Biografía de un pintor extravagante

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