A partir de las ultimas aportaciones al estudio de la obra y la vida de Mies, Martin Filler intenta desentrañar ese concepto, tan vago como frecuente, que ha dado en llamarse ≪lo miesiano ≫. Una evaluación cabal del peso de Mies en nuestra historia debe proceder de una visión objetiva y atenta que abarque tanto los principios filosóficos subyacentes en su obra como los datos biográficos sin descartar las simpatías y las fobias que esta haya podido despertar en las generaciones posteriores.
El centenario de Ludwig Mies van der Rohe (nacido en Aquisgrán el 27 de marzo de 1886) ha dado pie a una oleada de libros, exposiciones, simposios, películas, etc., dirigida a recordarnos que su protagonista fue una de las figuras más importantes de la historia de la arquitectura. Aunque la revisión de Mies como origen (ursprung) de la esterilidad visual y del estancamiento espiritual del Movimiento Moderno tardío había empezado mucho antes de la fecha de su muerte (1969), lo cierto es que su importancia había ido cayendo en el olvido. Uno de los líderes de esa rebelión contra uno de los fundadores del Movimiento Moderno seria Philip Johnson que en su juventud idolatro a Mies, en su madurez le copio y colaboro con él y en su vejez ha repudiado tanto su filosofía como su estética productivista. Ya en 1959 declaraba Johnson: ≪Mies ha transformado los edificios comunes en poesía, pero sus teorías, como tales, también podrían aplicarse a la mitad de las fábricas de este país... Mies basaba su arte en tres cosas: economía, ciencia y tecnología y, desde luego, tenía razón. Pero eso es precisamente lo que me aburre, lo que nos aburre a todos≫…[+]