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Desplazamientos urbanos y digitales

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Desplazamientos urbanos y digitales

Fernando Valderrama 
30/04/2010


No debería pasar William Mitchell a la historia como padre del coche eléctrico. Su propuesta o, mejor dicho, la propuesta del Media Lab del MIT, es una de tantas que irán apareciendo mientras se consolidan uno o más tipos. Aunque cabe reconocer como original la idea de plegar el pequeño coche biplaza para reducir aún más la ocupación cuando está aparcado.

No es tampoco este diseño lo mejor de Reinventing the Automobile, su último libro, en los dos sentidos de la expresión ‘último’. Son mucho más interesantes sus ideas sobre el estado actual y el futuro del transporte eléctrico, especialmente del urbano. Y todavía es mejor la información que aporta, recogida en excelentes gráficas de inspiración ‘tuftiana’, más que ‘wurmanniana’. Por ejemplo, el dato de que un coche eléctrico urbano puede acumular en sus baterías aproximadamente la misma energía que se consume en una vivienda en un día, unos 10 kilowatios hora.

Obligado desde sus anteriores libros a ser un ‘gurú’, Mitchell extrapola libremente y no tiene en cuenta algunos efectos de segundo orden. Por ejemplo, la dificultad de generar y suministrar energía a cientos de miles de coches eléctricos, en un momento en que las instalaciones están ya sobrecargadas, tanto en invierno como en verano. O el análisis del coste de la energía eléctrica, que resulta mucho más económica que la derivada del petróleo, pero en gran parte debido a la elevada fiscalidad de esta última.

Probablemente no gustará a los ecologistas. Su enfoque es genuinamente americano: el coche como exponente de la libertad individual, y además en un ámbito urbano donde quizás la mejor solución pasa por el transporte colectivo. Y profundamente ultraliberal: imagina un futuro en que el precio de la energía sube y baja como en la bolsa, y los coches, siempre conectados, venden y compran energía como un agente más del mercado.

No quedará tampoco Mitchell en la memoria como impulsor del extraordinario desarrollo arquitectónico del MIT, como decano de su School of Architecture and Planning y asesor del presidente. Recordaremos más bien a Gehry, a Holl o a Roche, y sobre todo, quedarán los edificios que les encargó para el campus.

Mitchell permanecerá como el primer autor en el complejo mundo de la teoría arquitectónica que supo entender las implicaciones de la informática a partir de una reflexión profunda, con un punto de vista integrado y cultural, no meramente tecnológico o basado en prejuicios. Muestra de su capacidad de análisis es su teoría de los dos Gehrys, expuesta en las conferencias internacionales de CAAD Futures. El Gehry del Guggenheim, que utiliza la informática como instrumento para materializar un diseño realizado con medios convencionales, y el del Stata Center, donde el uso de los medios digitales le permite introducir una enorme densidad de diseño, al mismo tiempo que controla al detalle tanto el proceso de ejecución como el comportamiento final del edificio.

Entre sus primeros y más descriptivos libros, como Computer Aided Architectural Design, y los más recientes y abstractos, como E-topía, destaca el elegante y riguroso The Logic of Architecture, donde describe la estructura de las relaciones geométricas y matemáticas de la arquitectura con un estilo alejado del lenguaje oscurantista y del uso superficial de la terminología científica y de la filosofía. Desde las gramáticas formales, que explican el trazado de las villas de Palladio, a la generación sintética, sugirió numerosas posibilidades que todavía no han sido completamente exploradas. William J. Mitchell, arquitecto y profesor, se deconstruyó definitivamente el 11 de junio de 2010. 


Reviewed books:

Reinventing the Automobile

Personal Urban Movility for the 21st Century

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