Küppersmühle Museum, Duisburg
Herzog & de Meuron 

Küppersmühle Museum, Duisburg

Herzog & de Meuron 


La cuenca del Ruhr, la zona minera que en otro tiempo surtió a Alemania del carbón que su industria necesitaba, presentaba a finales de los ochenta un panorama desolador caracterizado por parajes contaminados, fábricas en desuso y una tasa de paro superior al 20%. Diversas iniciativas, entre la que destaca la IBA Emscher-Park, se han promovido para reactivar la economía local y para recuperar el paisaje y el patrimonio. La ciudad de Duisburg, situada estratégicamente junto a la confluencia del Rin y el Ruhr, es uno de los escenarios que más ha acusado estas medidas de regeneración. Si en 1988 Norman Foster proponía el plan de ordenación del Centro de Microelectrónica, tres años más tarde el mismo arquitecto definía las directrices para renovar el antiguo puerto interior de la ciudad. El plan para esta vía acuática, que se transformará en un parque urbano, contempla la construcción de edificios de nueva planta y la rehabilitación de los almacenes portuarios en desuso para albergar contenidos residenciales, culturales y comerciales. Tras la inauguración en 1994 del puerto deportivo del Steiger Schwanentor, el edificio del Küppersmühle, una antigua fábrica, se ha recuperado para albergar la colección Grothe de arte alemán posterior a la II Guerra Mundial.

La construcción original de los hermanos Kiefer y Joseph Weiss, levantada entre 1908 y 1916, constituye en este nuevo contexto un hito del paisaje metropolitano. La rehabilitación del Küppersmühle es posterior al proyecto para la Tate Gallery londinense —otro museo habilitado en un edificio industrial— y toma los muros existentes como estructura sobre la que arañar las señales de nuestro tiempo. La intervención para alojar casi 5.000 metros cuadrados de exposición, otros tantos de servicios complementarios y más de 1.000 metros cuadrados dedicados a la gastronomía, se ha abordado como una operación de colmatación y cirugía. Buscando potenciar la densidad del edificio existente —una composición aditiva de volúmenes de ladrillo y silos cilindricos de chapa roblonada— , los vanos del cuerpo central se tapian con piezas del mismo color y textura. Sobre el prisma denso y cerámico así obtenido se rasgan una serie de ventanas a la vez que se eliminan algunos forjados para adecuar el interior fabril a su nueva función expositiva. De formato vertical, las incisiones en el alzado, que retoman la experiencia previa en el estudio de Rémy Zaugg en Mulhouse, se ensayaron en maquetas para no desvirtuar el espacio introspectivo y sosegado requerido para la colección. La actuación propuesta —independiente del orden de fachada existente— se superpone al edificio de principios de siglo como una página más de historia, con la lógica que imponen las nuevas dimensiones permitidas por los materiales y las técnicas contemporáneas. Así, las obras de Polke, Baselitz, Richter o Penck pueden ser contempladas en galerías de cinco o seis metros de altura, que incorporan a través de los nuevos huecos la presencia animada de la luz del día.

Texturas cerámicas
Como uno más de la serie de paralelepípedos que ha ido formando el edificio a lo largo del tiempo, una torre de escaleras se adhiere al conjunto por el flanco que se enfrenta a la ciudad. De planta ligeramente trapezoidal e integrada en la sucesión de entrantes y salientes que caracteriza el frente opuesto al río, esta atalaya se subordina con su comisa inclinada al frontón que corona el cuerpo de acceso adyacente. Unos paños de hormigón tintado en color terracota encierran este elemento de comunicación vertical, dejando una cesura de vidrio que recorre toda su altura. La altura de sus peldaños se ha reducido para ralentizar el ascenso e inducir desde la entrada una cadencia pausada a la visita. El interior neutro de las salas —de paredes blancas y pavimento de piedra gris— contrasta con la sensualidad desplegada en la escalera, de ojo curvo y realizada en hormigón encofrado con tablilla. Los antepechos del mismo material acompañan su recorrido sinuoso. La torre señala también el acceso de visitantes, habilitado en un gran vacío sustraído a la potente fábrica de ladrillo.


Obra
Museo Küppersmühle, Duisburg. 

Cliente
Duisburger Gemeinnützige Baugesellschaft. 

Arquitectos
Jacques Herzog y Pierre de Meuron. 

Colaboradores
Jürgen Johner 

Consultores
Ove Arup (iluminación); Lewenton Werner Schwarz (estructura); Kruck (instalaciones). 

Fotos
Christian Richters, Michael Scholz.