Situada en el término municipal de Cigales, La Legua no es sólo una explotación agrícola, sino el punto de reunión familiar de sus propietarios y su lugar de ocio y descanso. Para construir una nave de embotellado, almacenamiento y reposo de los caldos que produce esta finca vallisoletana bajo el nombre de Emeterio Fernández, había que disponer del terreno que ocupaba una pista de tenis; en lugar de eliminarla por completo, se decidió que ocupara la cubierta del nuevo edificio.

El ingeniero industrial que había diseñado el resto de los edificios de la bodega —nave de elaboración a dos aguas y crianza bajo rasante— dejó preparados los muros de contención que delimitan el perímetro de la nueva nave, de 20 x 30 metros, cuya solución de cubierta no debía entorpecer la vista sobre el canal de Castilla, los tejados de Valladolid y los montes de Cabezón. Al materializarla con placas pretensadas de 15 metros de luz aparece como una plataforma para dichas vistas, enmarcadas y acotadas por el pequeño edificio de oficinas posado sobre ella. Como una prolongación irrenunciable de este mirador privilegiado, la terraza en voladizo de tablas de madera, a la que se accede desde la sala de catas, es un observatorio de la plantación de cepas en espaldera. La pérgola, sus cables y las parras son la verdadera fachada de la bodega.

Unas viejas películas de ‘superocho’ que la familia conserva todavía recogen imágenes de hace más de treinta años, en las que se ve a los niños hoy dueños de la bodega jugando al tenis en la pista que debía dejar su sitio a la nave. Conservar la cancha parecía una solución coherente con los recuerdos familiares y, sobre todo, con el uso que se ha hecho siempre de la finca. Por lo demás, el proyecto se limita a traducir el programa: los huecos laterales cambian sus dimensiones según las necesidades interiores, la tienda está asociada a la zona de descarga y existen dos accesos más: uno a media altura, frente a la bodega de elaboración, y otro superior, directo a las oficinas... [+]