La Terminal 3 del aeropuerto de Shenzhen —metrópolis vecina a Hong Kong con casi 10 millones de habitantes— evoca la imagen de un pez-manta, pero es en realidad un túnel de 1,5 kilómetros de longitud surgido de la extrusión de una sección tipo cuya curvatura da cuenta del cercano paisaje de colinas, y que forma un gran brazo que corta a otras dos largas alas perpendiculares.

La sección está estructurada en tres niveles correspondientes a usos específicos —salidas, llegadas y áreas técnicas enterradas— , que están vinculados funcionalmente entre sí mediante núcleos de comunicación, y visualmente merced a grandes atrios situados en los cruces de las alas del aeropuerto.

El acceso se produce en la planta baja, donde el viajero llega a un inmenso vestíbulo colonizado con grandes pilares troncocónicos de sección invertida que soportan una cubierta alabeada e iluminada cenitalmente, y al pie de los cuales se sitúan unas escultóricas toberas de climatización. Esta solución —cuya imagen recuerda a las naves de una catedral gótica— se repite en todo el edificio, lo cual permite sistematizar de acuerdo a una única ley formal el diseño de los interiores, la canalización de los flujos y la integración de las instalaciones. Una trama hexagonal de aires biomórficos dibuja la cubierta formada por una doble piel de paneles de aluminio y vidrio.