Un santuario se excava bajo un montículo para preservar el bello entorno de ribera que lo circunda y crear un ambiente íntimo en el que meditar en sintonía con la naturaleza.

Con el objetivo de no talar ningún árbol, el proyecto busca acomodo bajo ellos y se ramifica cuidadosamente en cinco espacios independientes pero articulados a través de un recorrido lineal a lo largo de dos ejes.

Buscando recogimiento, la sala de meditación se adosa al terreno y solo se ilumina cenitalmente mediante una generosa claraboya, mientras que la estancia más social, el salón de té, se abre al paisaje boscoso...
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