El diseño de la Ópera de Busan responde a la ambición ciudadana de convertir el edificio en un lugar interactivo y democrático, y no en un recreo pasivo de las élites como ha sucedido hasta el momento en muchos otros lugares. Situado frente al mar, el proyecto transformará el área históricamente industrial en un espacio público para la ciudad coreana. La intervención responde formalmente al contexto y a la cultura del país, que relacionan el cielo (‘Kun’) con la tierra (‘Kon’) y con el agua (‘Kam’) —los trigramas clásicos que vinculan estos tres elementos describen el lugar a la perfección—, de manera que los sutiles dobleces de las superficies son las barras de este sistema mínimamente deformadas para tocarse y relacionarse entre sí. Por su parte, el auditorio se concibe como un instrumento musical, revestido de paneles macizos de cerezo, al igual que las paredes del vestíbulo principal. Las zonas más públicas del programa se abren a la calle, que ofrece acceso al auditorio. Además, el suelo se desdobla inclinándose para hacer la cubierta transitable devolviendo al peatón el espacio ocupado por la huella del edificio. Entre estos dos planos públicos, una piel flexible protege el edificio e ilumina el gran atrio de entrada, vinculando ininterrumpidamente el interior y el exterior.