Agredido por dos campañas de demolición que se desarrollaron a principios del siglo XX para la Exposición Universal de 1913, y en los años 1960 para un centro administrativo nunca construido, una parte del corazón histórico de Gante acabó convertido en un gran solar dedicado, sin más, a aparcamiento, a pesar de estar rodeado de tres torres góticas de gran belleza. Para cambiar esta situación, se propuso una estrategia de intervención en dos fases, consistente, en primer lugar, en la reordenación de las plazas del entorno y, después, en la construcción de una nueva pieza para cobijar un mercado, programa que resonaba además con el pasado de Gante, ciudad que albergó una de las ferias más importantes del medievo. El mercado consiste en una gran cubierta de ecos papirofléxicos que dialoga por su altura y geometría con los faldones de los edificios históricos colindantes. Definida por un revestimiento de madera protegida por piezas de vidrio, y apoyada en cuatro grandes machones de hormigón armado, la cubierta se tiende sobre un pavimento de piedra basáltica, una especie de alfombra que dota de continuidad a lo nuevo y a lo viejo. El juego entre las transparencias y los reflejos producidos entre la madera y el vidrio dota al edificio de un aspecto cambiante en función del tiempo atmosférico, convirtiéndolo en una nueva y singular referencia para la histórica ciudad.